Se calcula que un tercio de la población mundial vive en ciudades desde que el peso de la economía pasó de los campos a la producción en las fábricas, durante la revolución industrial. Las urbes crecen y se transforman constantemente. Algunas infraestructuras desaparecen en este proceso, otras permanecen. Siempre depende de si se encuentra para las construcciones de ayer un nuevo sentido en la sociedad del hoy. Y es así como edificios históricos sobreviven al paso de los años, adaptando sus funciones a la sociedad actual.

Una buena muestra de ello la podemos encontrar en la ciudad de Barcelona. Desde la aprobación, en 1993, de la Ley de Patrimonio Cultural Catalán (LPCC 9/1993) todos los Catálogos de Bienes que se han redactado o revisado en los municipios ya recogen la totalidad de lo que conocemos como patrimonio cultural. Así lo explica el presidente de la Agrupación de Arquitectos para la Defensa y la Intervención en el Patrimonio Arquitectónico (AADIPA) y socio del despacho Vilanova-Moya Arquitectos, Antonio Vilanova. Para Vilanova, la preservación del patrimonio es indispensable para mantener los valores de una comunidad y difundir, a las generaciones futuras, el legado histórico de las ciudades. El legado industrial, concretamente, tiene un papel insustituible ya que representa, mejor que ningún otro, la importancia de aspectos intangibles como son la preservación de la memoria histórica a través de la historia de sus trabajadores, según explica Vilanova.

Hoy en día no se entenderían las ciudades contemporáneas sin la existencia de las antiguas fábricas e industrias que forjaron la modernidad, especialmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y primer cuarto del siglo XX,

concluye el presidente de AADIPA.

Y para muestra un botón, o en este caso, cuatro. Vamos a ver a continuación cuatro ejemplos de edificios históricos que tienen un papel activo en la sociedad de hoy en la ciudad de Barcelona.

De sala de turbinas a espacio de encuentro, el Espai Endesa

En la esquina de la calle Roger de Flor con Avenida Vilanova, entre el Arco de Triunfo y la Estación del Norte, a menudo se detienen los turistas a fotografiar un edificio que destaca entre los demás. Se trata de una construcción de una única planta, con una larga fachada de ladrillo vista, elementos estructurales en hierro fundido, y unos grandes ventanales.  La combinación de patrimonio industrial y estilo modernista en una sola construcción, hacen de esta obra un espacio singular en el corazón de Barcelona.

El edificio data de 1897 y es obra del arquitecto modernista Pere Falqués i Urpí. El edificio albergaba, además de las instalaciones propias de una central térmica, las oficinas y viviendas de los empleados. La gran sala diáfana cuya fachada recorre gran parte de la calle Vilanova, era en su origen la sala de máquinas donde generaban electricidad los cinco grupos de vapor de la Central Catalana de Electricidad. Esta misma sala (hoy, el Espai Endesa) fue cambiando su uso a lo largo de su historia: albergó una gran batería de acumuladores y un compensador síncrono. El edificio abandonó la actividad industrial en 1977, momento en que Hidroeléctrica de Catalunya S.A. trasladó su oficina comercial a este espacio.

Tras su última reforma en 2010, y después de albergar durante un año y medio el proyecto educativo Endesa Educa, la Compañía ha apostado por abrir puertas y compartir esta joya patrimonial y artística con la ciudad. El Espai Endesa, convertido hoy en punto de encuentro y plataforma de difusión para la celebración de actos institucionales, culturales y de reconocimiento social y solidario, ha acogido en su breve pero intenso recorrido acciones propias de diversas asociaciones y entidades del territorio con las que Endesa colabora.

Así, los casi 800m2 del hoy Espai Endesa, han sido testimonio y espejo de la evolución que ha experimentado la sociedad en los últimos 119 años: sala de máquinas de una central eléctrica, sala de baterías para la distribución del suministro en la ciudad, oficina comercial y finalmente, espacio de encuentro y plataforma institucional, cultural, social y solidaria.

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De antigua colonia a proyecto ciudadano, Can Batlló

La antigua fábrica Joan Batlló, inaugurada en 1878 en el barrio de Sants, es un auténtico ejemplo de conciencia de valor social e histórico por parte de la ciudadanía. Desde que en 1976 sus terrenos fueran recalificados para equipamientos y zonas verdes, la fábrica permaneció durante años en silencio esperando un proyecto urbanístico (ratificado por el Ayuntamiento en 2006) que no acababa de llegar. Esta situación provocó la creación de una plataforma, “Can Batlló es para el barrio” que reclamaba la creación de equipamientos municipales para los vecinos en el recinto y su puesta en marcha. Fue la envergadura mediática y la presión que logró ejercer este colectivo lo que provocó que, en 2011, el Ayuntamiento cediera una de las naves como equipamiento social autogestionado para los vecinos de Sants y La Bordeta. El primer espacio rehabilitado fue la Biblioteca popular. Tras ella  vinieron un bar, un espacio de encuentro, un auditorio y un rocódromo. El proyecto de rehabilitación sigue, hoy en día, en marcha.

Can Batlló, que hoy es plataforma de cohesión e impulso de la vida en el barrio, en su momento fue uno de los motores económicos de la transformación urbana del barrio de Sants a finales del siglo XIX. Se inauguró entonces la Fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón, Blanqueo, estampados y aprestos de Juan Batlló, un edificio de nueve hectáreas de extensión formado por diferentes bloques.

La fábrica, concebida como una colonia industrial, tenía 24.000 púas y 722 telares y una energía equivalente a 600 caballos de vapor, en su origen. La empresa fue creciendo y se mantuvo incluso durante la Guerra Civil, pero hizo fallida en la década de los 60. Se reconvirtió entonces en un polígono integrado por pequeñas y medianas empresas hasta la recalificación de sus terrenos, en 1976.

De parking a sala gastronómica, la cubierta de El Nacional

Hace un par de años, se inauguraba en Barcelona El Nacional, un “macroespacio” gastronómico en un pasaje privado entre Paseo de Gracia y Pau Claris. La estructura, una enorme cubierta industrial, se sustenta por una serie de pies metálicos, en los que se apoyan los arcos de baldosa, que tienen, en su punto central, el lucernario. Hoy son más de 2.500 m2 en una sola planta convertida en espacio gastronómico dedicado a los productos frescos y la cocina nacional, inspirado en el madrileño mercado de San Miguel. El espacio, que puede alojar hasta 770 clientes, está distribuido por familias gastronómicas: cocina rápida (tapas, pinchos…) arroces, carnes, pescados y en el centro una zona de bebidas y coctelería.

El lugar se inauguró, en su origen, en 1889 como café-teatro, el Teatro Español. A lo largo de los años, sus usos fueron variando, haciendo de este espacio un ejemplo de la alternancia de usos, residenciales e industriales, que caracterizan la historia del barrio del Eixample desde sus orígenes. Así, albergó una fábrica de telas y tintes  y más tarde un negocio de venta de coches. Tras la Guerra Civil, se convirtió en un parking de coches, y así se mantuvo hasta hace pocos años, antes de su gran transformación con la que recuperó, de nuevo, su pasado cultural.

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De industria cervecera a sala de conciertos, la antigua Fábrica Damm

El año 1905, la fábrica de cervezas Damm, que tenía entonces más de treinta años de historia, se instaló en el edificio industrial de “La Bohemia”, que ocupaba (y aún ocupa) una manzana entera en el barrio del Eixample barcelonés, entre las calles Roselló, Cartagena, Indústria i Dos de Maig. De este edificio, destacan los almenados de sus fachadas, con tratado en estuco en los paramentos planos y ladrillo en los marcos de las ventanas, una característica muy propia de la arquitectura industrial de la época. En sus más de 20.000 m2 de extensión, se produjeron hasta 100 millones de litros anuales de cerveza entre 1905 y 1992.

La fábrica se convirtió en buque insignia de la marca y aún hoy lo es aunque desde otra perspectiva. Damm cede este espacio a empresas e instituciones con las que tiene acuerdos, especialmente de patrocinio. Dado que muchos de sus patrocinios son con festivales y eventos de música, la Antigua Fábrica Damm, se ha convertido para Barcelona en una sala referente en el circuito musical donde pasan grandes artistas con mucho arraigo en el territorio.

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